
Aunque nací en Murcia capital (en la clínica Belén), vivía en Granada por aquellos tiempos, pero a menudo íbamos al Puerto porque mi familia es de allí (y por tanto yo también). No quiero recordar la infame carretera N-340 Murcia-Granada, llena de baches, ni las penurias que pasábamos cuando pinchaba una rueda o se averiaba el motor en medio de la nada. Con señalar que la calzada no tenía ni la raya pintada en medio está todo dicho. El trayecto duraba 6 horas (hoy 2 horas y 15 minutos a una velocidad normal). Más tarde nos trasladamos a Cehegín y las visitas se hicieron más habituales.
Puerto de Mazarrón era una tranquila localidad -no había llegado el turismo de masas- que empezaba a ser conocida por sus playas, y ya lo era por sus famosos tomates. Habían surgido o estaban a punto de hacerlo las bandas que conformarían la edad de oro del heavy español (y aledaños) -Obús, Ñu, Leño, Barón Rojo, Panzer, Banzai...-, a lo que contribuyó decisivamente Mazarrock.

Para la segunda edición se comentaba que iba a venir Miguel Ríos, al que tan bien conocían nuestros padres, el baladista Mike Ríos de los 60, organizador en los 70 de los conciertos de rock y amor, que tuvo algún escarceo con el rock andaluz para luego endurecer su música en la gira Rock & Ríos -ese Mazarrock fue una de las etapas estrella de la gira-. Aquello fue sonado.
Verdaderamente causaba impresión y fue una revolución. Todo el que pintaba algo en ese mundillo tenía que tocar en el estadio Playasol para ser reconocido, si no no era nadie. Después leías las crónicas en los periódicos nacionales, ¡coño, si sale el Puerto en el periódico! Y no para resaltar algún detalle nuevo del Crimen de las Tres Copas, como hacía El Caso de vez en cuando (episodio en el que está inspirada una brillante película de Fernando Fernán-Gómez, 'El extraño viaje').
En el cartel del Mazarrock 3 se recrea el famoso barco fenicio cuyo esqueleto se encuentra hundido en las proximidades de La Isla a escasa profundidad. En el cuarto y último ya eran dos noches de festival.
En el cartel del Mazarrock 3 se recrea el famoso barco fenicio cuyo esqueleto se encuentra hundido en las proximidades de La Isla a escasa profundidad. En el cuarto y último ya eran dos noches de festival.
Dejó una profunda huella entre los amantes de los sonidos más duros. Tanto es así que hubo varios intentos de levantar un festival estable en verano. Uno de ellos fue el Bahía del Rock en 2001, del cual hice una crónica que aprovecho para colar ahora:

Con una audiencia aceptable, abrieron la noche los Hermanos Carrascalejo, en los que todo olía a aficionados, desde el atuendo -pantalón de pitillo y camiseta Ferry's sin mangas el cantante, bañador y chanclas el guitarrista- hasta la actitud -el cantante bajaba a la barra en mitad de una canción, dejando al guitarrista la responsabilidad de cantar (si se acordaba de la letra) o tararear (si se le olvidaba), y volvía al escenario 2 ó 3 temas después-. Este sufrimiento se prolongó más de una hora, por lo que pensando que después les tocaba a los para mí desconocidos O'Funkillo, decidimos salir del recinto a tomar una jarra de cerveza en un bar cercano; pero las previsiones fallaron, y los siguientes fueron Los Marañones, que estuvieron menos de media hora.
Total, que nos perdimos a Los Marañones y la primera canción de Los Enemigos. Éstos siguieron con La otra orilla y Los deberes. Excelente sonido y ejecución, y es que esta banda ya suena bien hasta con el piloto automático. Con un Josele Santiago más elegante de lo habitual (camisa negra y pantalón tipo Docker's), y Fino Oyonarte felizmente recuperado de la neumonía que le impidió tocar en la Gira Escocida, atacaron los números más emblemáticos como Complejo, Qué bien me lo paso, Desde el jergón, etc., siguiendo más o menos el orden del disco en directo. Josele tan parco en palabras como de costumbre, sin embargo Fino también estuvo comedido, y (aunque cumplió con el bajo, todo hay que decirlo) sólo articuló un "Gracias, Mazarrón" (sic: estábamos en el Puerto) y cantó No se lo cuentes. Con espléndidas interpretaciones de Me sobra carnaval, Brindis o Señora, el concierto transcurría por buen camino. No tocaron ¡Cómo es!, a pesar de que se encontraba presente Miguel Bañón y podría haber subido a cantarla, pero no estaba la noche para concesiones, y con un bis breve (Nadie me quiere), se despidieron tras una hora y 40 minutos aproximadamente, dejando un buen sabor de boca en cuanto a lo musical, y echando en falta algo más de contacto con el público. Al salir Josele le hice una foto con mi chica, Rosana, que estrenaba camiseta para la ocasión; y después otra foto con Manolo Benítez, tan simpático como siempre. Lástima que ninguna de las fotos saliera (¡mierda de cámaras de usar y tirar!). Josele cargaba con una bolsa de hielo y una botella de whisky, pese a que en las entrevistas decía que había dejado la bebida.
Cerraron la velada O'Funkillo, algo ilógico pensando en el nombre de una y otra banda, pero en fin, será por un fallo de organización debido a que era el debut de este festival, digo yo. El caso es que los chicos tenían marcha y más seguidores de los que cabría esperar, el público botó y se divirtió; parece que deben su nombre a que el cantante no para de decir "¡Vamos, quillo!" mientras baila como un poseso. Como conclusión, daré un aprobado a este "festival", esperando que en sucesivas entregas se corrijan los errores (como la ausencia de servicios en el recinto, descoordinación en el reparto de tiempo, etc.).
Sirvan estas líneas como reconocimiento a los organizadores pioneros, que pusieron al Puerto de Mazarrón en el mapa histórico del rock nacional con letras de oro.
Tres años después del último Mazarrock, me presentaron a espaldas de la torre de la Cope (frente a la bodega que había allí) a los componentes de Barricada, que pasaron varios veranos en casa de la prima de uno de ellos, y tocaron en la discoteca La Pirámide.
Quiero terminar con un recuerdo a los dueños de los bares, que se encargaron de llevar actuaciones en esos veranos locos: la discoteca Balandro (traía el pop más comercial, como Duncan Dhu), Los Campeones (Ñu), el chiringuito de Playa Negra, La Piedra (en sus diferentes ubicaciones), Blue Moon, Harry's, la Comunidad Autónoma (Azul y Negro y Radio Futura), la asociación vecinal de Isla Plana, La Escalera, el Club de Tenis de Playa Grande, etc., etc... y a los que llevaron a Modestia Aparte, porque cuando actuaban no había atascos y se podía pedir las copas sin esperar (aunque tampoco había nenas con las que ligar). Por último, a la emisora independiente Radio Limón por cinco años de buena música.